Opinión

Debate sobre el aborto: más vale tarde que nunca

16 Marzo 2012

La gracia de una regulación específica es que otorga a todas las mujeres, por igual, la posibilidad de decidir el camino que adopta cuando el embarazo pone en riesgo la vida o la salud, o si es producto de una violación.

Publicada en El Dínamo, 16 de marzo de 2012

La gracia de contar con regulación específica es que otorga a todas las mujeres, por igual, la posibilidad de decidir el camino que adopta cuando el embarazo pone en riesgo la vida o la salud.

Más vale tarde que nunca que haya un debate público sobre el aborto. Esto es sano, ya que la deliberación política es crucial en la promoción de una sociedad más justa. Ese es el núcleo del problema, la necesidad de entenderlo como una cuestión de justicia de género. La idea expresada por la senadora Ena von Baer, sacada de contexto según su autora, de que las mujeres prestamos el cuerpo durante el embarazo, muestra insensibilidad sobre sus implicancias para miles de mujeres y niega la condición de que seamos agentes morales.

Las mujeres somos seres autónomos y por lo mismo podemos definir nuestros proyectos de vida, uno de ellos es la maternidad. Esta no puede ser un designio fatídico, es una opción que se construye desde la voluntariedad y el deseo. Una maternidad deseada entraña niños y niñas queridas y cuidadas, sin abandono ni maltrato.

El préstamo del vientre, que probablemente muchos comparten, choca con la experiencia de las mujeres violadas. Con el préstamo pareciera que deben aceptar ser violadas una segunda vez, ahora por el derecho y el Estado. En ese embarazo no hubo consentimiento, pedir que la mujer aloje a un ser en gestación que no deseado es exigirle una conducta heroica que a ninguna otra persona se le pediría, pero lo hacemos a las mujeres, quienes experimentamos en nuestros cuerpos la maternidad.

Si el argumento del préstamo del cuerpo muestra insensibilidad también lo hace la declaración del Ministro de Salud; esta no es una cuestión de ignorancia. La práctica médica demuestra que no hay comités de ética, por ejemplo, cuando una mujer gesta un acráneo cuya vida no es viable fuera del útero y solicita la interrupción del embarazo, incluso cuando acuden a los medios de comunicación para sensibilizar a las autoridades y que se autorice la interrupción de la gestación. A esas mujeres, en concreto, con nombre y apellido, se las somete a un trato cruel, inhumano y degradante, se les niega su condición de agentes morales autónomos.

Basta recordar hace casi una década el caso de una mujer que gestaba un embarazo parcial molar con un feto con 61 cromosomas. Se expuso su vida y salud. Las autoridades de la época señalaron que el aborto estaba prohibido en cualquier circunstancia. Fue la decisión de un médico, en un turno en un hospital, quien se jugó por la salud y la vida y realizó el aborto cuando hubo un deterioro importante en la salud de la mujer. En la época se dijo que no hubo aborto sino que se adelantó el parto, se esperó hasta después de la semana 23 de la gestación para asegurar llamar al procedimiento un parto y no un aborto. Así, todos contentos y con las conciencias tranquilas, nadie pagó el sufrimiento de la mujer y el de su familia.

Por ello esta discusión sobre la idea de legislar, sea por aborto terapéutico o por otra indicación, no es una mera controversia académica. La gracia de contar con regulación específica es que otorga a todas las mujeres, por igual, la posibilidad de decidir el camino que adopta cuando el embarazo pone en riesgo la vida o la salud, o si es producto de una violación. Ya crea que es una prueba de Dios, o que no se está dispuesta a padecer. Negar la protección a la propia vida, a la seguridad individual, a ser tratada como si fuese a una incubadora, es negar la condición misma de persona de las mujeres.

Ver también sobre ese tema, columna del profesor Alberto Coddou.

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